domingo, 19 de julio de 2015

El Camino de Dios

En Sueño Profético decían:

Hay más que aman a Dios dicho por ellos que, sin decirlo, actúen demostrándolo.

Hay más que a Dios no ven, por tener los ojos cerrados, pero no quieren abrirlos y viven en su fracaso; en su fracaso en la Tierra, después no se dice fracaso, después se nombra juzgarlos.

Dijo uno:

Si el hombre buscará a Dios, no le haría falta el buscarlo; antes de decir ¡Dios mío!, ya estaba Dios contestando.

La falta de sentimientos te va de Dios retirando, y ya verán tu actuación sin vivir Dios a tu lado.

El espíritu del mal, éste es su mayor cuidado: estar siempre los sentimientos robando, y si no puede robarlos, los atribula y deja al hombre destrozado.

¡Es de tanta adoración adorar al que puede decirte cuál es el Camino de Dios o el falso equivocado…!

Yo creo, que el que esto no tiene, no adora este “adorando”, que debía adorar por ser por Dios enseñado.

¡Cuánto sufre el Elegido que Dios le manda en su Gloria sus Palabras para el hombre, y cuando llega a la Tierra, en vez de querer saber, con un grande “No” se encuentra!

Esto es el Dios del Cielo y los hombres de la Tierra, hombres que ahí no lloran pidiendo Aquí clemencia por las ofensas que hacen con el pecar de la Tierra.

¡Hombres que se creen dioses, como si dioses hubiera!

Desperté, oí:


Esto de dioses es muy propio
de los hombres con materia.

De los hombres que no aman
y ellos dioses se encuentran.

Pero que piensen esos hombres
quién es el que los endiosa.

Es el espíritu del mal,
que los llena de soberbia.

El hombre que ama a Dios,
no sabe lo que es soberbia.

El hombre que ama a Dios,
sus sentimientos le llevan
a cumplir y no cumplir,
porque su Amor le supera
al decir del hombre ahí.

Éste no cerró los ojos,
caminó amando y buscando
y adorando desde ahí.

Si faltan los sentimientos,
no puedes venir Aquí.

Porque Dios manda enseñarte
cómo tienes que vivir.


***

Libro 11 - Te Habla el Profeta - Tomo II - C5

1 comentario:

  1. La soberbia no viene de Dios. Si nos miráramos en el Prójimo como en un espejo, reconoceríamos nuestra verdadera condición y descubriríamos la Humildad de Dios.

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