lunes, 28 de enero de 2013

“Si os ocultáis del que Yo mando, os ocultáis de Mí, y ya estáis pecando”

En Sueño Profético vi una calle, y un lado de la calle era muralla. En lo que daba al frente de la muralla había casas con ventanas pequeñas de aspecto humilde. Llegaron dos hombres con unas cabras, que las entraron por una puerta pequeña que había al lado de la casa, y una tapia alargaba la casa, que nombraban “el corral”.

Dijo uno:

De estas casas salían unas mujeres cuando pasaban los Discípulos; y los paraban haciéndoles preguntas, pero con reserva, porque ellas consultaban luego con otros y allí daban razón. Y a los Discípulos no enteraban de las razones que, los que tenían por inteligentes, les daban. Tenían a los Discípulos en segunda escala. 

Pues aquí oí yo al Maestro estas Palabras un día que salieron sin que supieran que Él iba, porque de Él más se ocultaban:

“Estáis premiadas por mi Padre y no reconocéis Premio, porque el Amor os ha abandonado, porque no sois limpias de espíritu”.

“Si os ocultáis del que Yo mando, os ocultáis de Mí, y ya estáis pecando”.

“Yo os premio con decirles a mis Discípulos que pasen por vuestra calle. Que este Premio es a vuestros hijos. Pero vosotras no tenéis Amor ni a ellos”.

“Tantas veces os ocultéis de ellos, y lo que ellos os respondan lo llevéis a otro sitio transformándolo, pensad que estáis pecando contra la confianza de que Yo soy Dios, que es el peor de los pecados”.


Desperté, oí:

Estas mujeres oían hablar del Maestro y se asomaban a la puerta por el griterío que los hijos formaban cogiéndose a las piernas de los Discípulos.

Esto hacían los chicos, y los grandes detrás de ellos se iban.

Engañaban a las madres porque recibían riña.

El Maestro les sacó secretos que ellas creían que no podía saberlos.

¡Pálidas quedaron las caras y lágrimas en el suelo, con la cabeza agachada!

Habían ofendido mucho con la desconfianza y transformado Palabras que a otros perjudicaban.


***

Libro 17 - Investigaciones a la Verdad - Tomo II - Pag. 204-205-206

1 comentario:

  1. Quien acude a la fuente sólo para ver cómo cae el agua, no tiene sed.
    Quien tene sed busca la fuente, bebe y va anunciando el encuentro del manantial.

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