miércoles, 10 de enero de 2018

La oración tiene fuerza

En Sueño Profético decían:

Lo que no haga Dios, no puede hacerlo el hombre.

El hombre, cuando lo hace, ya es que Dios se lo concede.

Esto no lo acepta mucho el que Amor de Dios no siente.

El ruego y la oración tienen la fuerza para llevar a los hombres a que hagan este pensar:

“¡Cómo yo he cambiado mi vida, cómo era y cómo soy!”.

Se vio una mujer de rodillas en la puerta de una ermita, pero todo era campo. Para ver alguna casa tenías que echar la mirada lejos. Ya se oyeron estas palabras:

¡Señor, Te pido por los que sufren y de Ti se alejaron!

¡Señor, Te pido por los que viven del Prójimo alejados!

¡Señor, Te pido por el que está pecando y no quisiera pecar porque de Ti se está acordando!

Por mí no me atrevo a pedirte, porque sabes que hice mucho mal al que el bien venía buscando. Bien que era pecado.

Desperté, oí:

Esta estampa que se ha visto y el espíritu ha hablado, la oración que dice en la ermita es la vida que ella había pasado.

Mucho sufrió en la vida y de Dios se retiró, y entonces el sufrir se le agrandó.

El Prójimo le molestaba, que del Prójimo le hablaran, por considerar su vivir peor que lo que pasara.

Se hizo amiga del pecado para quitarse el sufrir. Y no podía quitarse de su pensar: ¡Cuánto sufre Dios por mí!

Una noche vio, dormida, al padre, en la ermita, pedir a Dios por ella, que había muerto hacía años, cuando ella era pequeña.

Ofreció, mientras viviera, ir a pedir en la ermita por el que sufrir a Dios le diera, para que se quitara del pecado.

No se atrevía a entrar en la ermita hasta que al padre otra vez lo viera.

Pero cundió que la oración tenía fuerza.


***

Libro 27 - Dios Habla al No Quiero del Hombre - Tomo II - C4

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