domingo, 4 de septiembre de 2016

Vanidad del hombre

En Sueño Profético hablaban de la vanidad del hombre. Decían:

Siempre que Dios habló en el hombre y para el hombre, el hombre rechazó lo que Dios estaba diciendo. ¡Lástima que esta vanidad lo retire de Dios!

Aceptando la forma en que estas Comunicaciones van comunicadas, no podrá el hombre decir: “Dios me perjudica”. El hombre sí puede decir: “Yo es que a Dios no amo”. Pero esto no lo dice el hombre de palabras, el hombre lo dice con su actuación. La actuación tiene más valor que las palabras. Esto fue dicho por el Maestro.

Me contó a mí un tal Ginés, que una mañana cuando el Maestro pasó por una calle, una mujer que allí Lo esperaba le dijo:

   –Maestro, Tú por mucho que me hables de Dios, no puedes enseñarme nada que yo ya no haya aprendido. ¡Tu Enseñanza será para otros!

Estas Palabras salieron de la Boca de Dios Hijo:

   –Tú no actúas como mi Padre manda. Tu actuación no es compañera de tus palabras. Mi Padre dice: “Éste es mi Hijo amado”, y tú no has deseado conocerme. Tus palabras no sirven, porque tu actuación es tibia y no de fuego.

Desperté, oí:

Esta mujer hablaba mucho de Dios sin querer conocerlo.

Valdría más que su actuación hubiera sido de fuego sin palabras.

Reflejaba su vanidad delante del mismo Dios.

¡Qué actuación más miserable, despreciar la Sabiduría de Dios, Maestro Único y también Poderoso!

La vanidad se le ve a aquél que dice que sabe, porque Dios lo deja saber.

Que si pensara que sabe, pensaría que no era saber.


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Libro 10 - Hechos de Jesús Perdidos, Hoy Dictados en Gloria - Tomo I - C2

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