miércoles, 25 de febrero de 2015

El Amor de Dios al hombre es gigante

En Sueño Profético hablaba Teresa de Ávila al Amor de Dios y del Amor de Dios.

Dijo Teresa:

El Amor de Dios al hombre es gigante. El del hombre a Dios, no llega a ser enano.

Yo voy a hablar al Amor,
cuando tú Amor ya sientas,
cuando pienses: “¡Dios mío!,
esto es Amor, esto es tranquilidad,
esto es vivir dormida,
esto es soñar despierta”.

¿Quién le diría vivir
a aquel que a Dios no quisiera?

¿Quién diría yo amo a Dios
y no busco su Presencia
en las Palabras que manda
para el hombre que las quiera,
en las miles de grandezas
que tiene la naturaleza,
en el rincón de un Sagrario
donde Algo vivo sientas,
y sientas hasta su Voz,
como la sintió Teresa?

Que esto lo dije entre muchos
cuando viví con materia;
que pocos esto creían
y muchos daban tristeza
al que de Amor me cubría
como cubre al que Lo quiera.

Hablo de mi Amor a Dios,
y el suyo tengo en silencio.
Pues para hablar de este Amor,
no puedo, porque sería ofenderlo
y no llegar nunca a poder decir
lo que dice su Mirada
cuando el hombre mira al Cielo.

Desperté, oí:


¡Ay vivir con su Mirada!
¡Y ay vivir con Dios del Cielo!

¡Ay vivir que das la vida,
inquietud, tranquilidad,
sufrimiento en un contento,
que abrazas este sufrir
sabiendo que trae contento!

Si este vivir se olvidara
de traerte sufrimiento,
yo no querría vivir,
porque yo quiero sufrir
como Él está sufriendo.

¡Ay vivir que me da Dios!
¡Ay vivir de poco tiempo!
¡Ay vivir que pronto pasa
y que vienes a este Reino!

Si me quitara sufrir
sabiendo que era por Él,
moriría en remordimiento.

¡Ay vida que vive el hombre
sin andar por su Camino!

¡Ay Amor que Dios se guarda
porque el hombre no ha querido
que Dios Presencia le haga!

Antes de decir “yo vivo”,
piensa si es vivir
sin buscar algo que sientas
que su vida vive en ti.

¡Ay vida que te desprecia
aquel que quiere vivir
tan sólo vida de Tierra!

TERESA DE ÁVILA


***

Libro 12 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo II - C7

1 comentario:

  1. El Amor de Dios al hombre es gigante a pesar de nuestro desprecio. Y, si mucho lo amamos, siempre Él nos dará más.

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