lunes, 27 de enero de 2014

Santo es el que quiere

En Sueño Profético decían:

Santo es el que quiere. Santo es vivir vida de santidad.

Respuestas para cuando pregunte el hombre, ¿y qué es vida de santidad?:

“Coger la Palabra de Dios escrita y hacer lo que Dios manda y tiene mandado”.

Otra pregunta: ¿Mandará siempre igual?

“Escrito está: “Palabras de Vida Eterna”. Estas Palabras son dichas por el Mismo Dios”.

Vivir vida de santidad, amando, es tan fácil como en la vida material. Aún más, comportarte sin hacer crimen ni robo, esto le es fácil vivir sin hacerlo, cuando su materia tenga educación y quiera respetar las leyes del hombre.

Pues amando a Dios, menos trabajo te cuesta vivir ahí ya santo.

El hombre tiene mala interpretación del santo; el hombre cree que para ser santo tiene que someterse a una prueba de martirio, esta prueba hecha por el hombre.

Dios no necesita que el hombre le diga: “Dios, éste puede pasar a tu Reino”.

Dios es Dios y no hace pruebas. Dios, cuando la carne enferma, por no ser eterna, ya responde según su Amor a Dios; y en las dificultades que el mismo hombre pone al hombre para atribular, ya ve Dios su reacción hacia Él, sin Dios ponerle pruebas.

Dios nunca dijo ni dirá, cuando uno quiera vivir sus Leyes, que el hombre le dé maltrato. La carne es débil y a estos martirios se queda sin actividad.

Desperté, oí:

Aquí puede ver el hombre,
lo que es un hombre santo.

El santo lo es cualquiera
que a Dios no deje de amarlo.

¿Quién es el hombre en la Tierra,
para maltratar de hechos, de palabras,
y que corra en malas lenguas
una vida en santidad,
porque pecado no quiera?

El hombre pone de santo,
a veces queriendo agradar,
a aquel que santo no vive
porque le falta el amar.

Haciendo vida de santo,
las pruebas están de más.

Ama a Dios sin medida,
y empieza la santidad,
y puede que cualquier día
Profeta te llamarán.

Santo se hace el que quiere,
y Profeta, Dios dirá.


***


Libro 2 - Meditaciones y Palabras Directas con El Padre Eterno - Tomo II - Pág. 185-186-187

1 comentario:

  1. Es frecuente rechazar la santidad como signo de modernidad, pero no hay nada más moderno que vivir fieles a nuestros ideales y con la mirada puesta en la Vida Eterna.

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