lunes, 17 de septiembre de 2012

Vivir sin amar, es vivir la vida triste

En Sueño Profético decían:

¡Qué alegría es amar,
y qué pena tendrá aquél
que no tenga quien lo ame,
porque cuando pudo amar,
el Amor dejó en la calle!

Este Amor es el de Dios,
que es Amor incomparable,
que es Fuerza de una vida,
de una vida sin ver nadie.

El que a Dios no Lo quiera,
es dejar Amor en la calle.

Yo creo que vivir,
vivir sin amar y sin que amen,
es vivir la vida triste,
sin oír a Dios que mande,
porque amando a este Dios,
Él te ama y es mandarte.

Yo no sé cómo diría
este mandar tan sin mando,
pero que sientes Amor,
y ya te notas el mando.

Puede que mi explicación
sea de Amor y de llanto,
porque mi primer sentir
fue arrodillarme llorando,
y entonces abrí mi puerta
al que ya estaba esperando.

Yo no Lo dejé en la calle,
antes muerta,
pero éste es poco cambio,
y si me manda al abismo,
Teresa dice: ¡Dios mío!,
mándame un castigo malo,
que me pongas como ejemplo
del peor que haya pecado.

No hay condena que condene
al que Te haya despreciado.
Poco sería el Infierno,
ni con esto das el pago.

Desperté, oí:

Si leen lo que yo dicto,
que Dios me mandó dictarlo,
sé fijo que amas y quieres
a este Dios que ama tanto.

Y si en este Amor sentido,
piensas: “yo antes no amé”,
al ponerte de rodillas,
a Dios Le verás los pies.

Los pies o sus llagas hondas,
que aún destilan sangre.

O sus manos con los clavos,
o su corona de pinchos,
o su rostro sudoriento.

Cuando sientes alegría
de Amor, que Dios te está amando,
es cuando piensas con pena
en el que a Dios ha despreciado.

Yo ruego para que el hombre
a Dios no le dé desprecio.
Yo ruego para que sienta
a este Dios que no está muerto.

Grande pena ha de sentir
aquél que no busque a Dios
y sin Dios quiera vivir.

Esto es vida en barranco,
noche sin día venir,
lamento que no oye nadie,
desprecio del Dios de Aquí.

Si esto el hombre pensara,
amaba y ya vivía
con Luz que Dios le mandaba.

TERESA DE ÁVILA


***

Libro 5 - Dios Comunica y Da Nombres - Tomo I - Pag. 191-192-193

1 comentario:

  1. Si no amamos a Dios no amamos nada, ni a nosotros mismos, porque Él es alimento de todo cuanto existe.

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