miércoles, 17 de febrero de 2010

Todo hay que dejarlo - Libro 66 - Investigaciones a la verdad - Tomo XI - Pag. 23-24


En Sueño Profético vi muchos grupos de gente hablando normal de estos Libros. No se veían caras de coraje, eran de alegría. Era cundir un contenido teológico que pocos sabían. Eran hombres que buena siembra podían hacer con esta Sabiduría. Eran hombres que no habían puesto oído a otros que razones les pusieran a modo de fariseos y actos de hipocresía.

Dijo uno:

Por falta de Amor creyeron en sus primeros momentos. Pensaban que esto serían unas manifestaciones más de Dios de las muchas que hace para recordar Gloria, para recordar su Existencia, para que no se crea que no hay Infierno. Que es lógico pensar que si ahí no vives sus Leyes, aquí no puedes estar Viéndolo. Que si ahí vives sin querer a Dios, aquí Dios te deja Infierno. Con estas manifestaciones Dios premia a muchos, y el hombre lo ve bien, lo ve mal, lo escribe él a su manera o manda castigo.

En estos Escritos no ha podido el hombre poner su corta inteligencia ni su grande maldad. Por ser Dios el que habla para Enseñanza del espíritu, que el hombre lo tiene en olvido y la carne lo domina y lo lleva a su mismo sacrificio, a devorarse entre sí mismos, a pisotear a otros o él mismo pisotearse su dignidad de cristiano.

Por eso es esta Enseñanza intocable para el hombre y respetando su Mando.

Desperté, oí:

Se ha visto en este Arrobo la Fuerza de Dios y la decadencia del hombre.

Se enfrenta a la literatura para enseñar a los hombres.

El hombre se ha ido de Dios, buscando el bien en la Tierra.

Y Dios manda su Saber día a día para el que lo quiera.

Para el que quiera aprender en ese vivir de materia.

Que piense que va pasando por un camino deprisa, que todo hay que dejarlo. Hasta tu carne, que esperan los millares de gusanos.

Por eso esta Enseñanza no la paran en la Tierra.

Porque si la pararan los hombres, no habría de Dios Existencia.


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