viernes, 12 de febrero de 2010

Ciego - Libro 76 - Investigaciones a La Verdad - Tomo XII - Pag. 68-69-70


En Sueño Profético decían:

Ve menos el ciego de espíritu que el ciego de los ojos de la carne. Al ciego que todos ven ciego, le llega ayuda para pasar la calle. En cambio, el ciego de espíritu, tropieza y se cae sin que le llegue ayuda, porque él verá cómo levantarse. Que este es el pecar que el hombre le hace.

El ciego de espíritu ve menos que el ciego al que ayuda le dan en la calle. El ciego de los ojos va viendo con sus manos, porque va diciendo: ¡Señor, que el tacto sea mi vista! ¡Señor, que nadie Te ofenda cuando me vean andando! Esto le hace luz en el camino corto y en el camino largo. El ciego de espíritu va tropezando, pudiendo vivir con pasos anclados.

Dijo uno:

No hay ciego de espíritu que, queriendo curarse, no tenga cura. Pero la falta de Amor a Dios rechaza el medicamento y ya queda peor que el ciego que tira el bastón y cruza los brazos.

Desperté, oí:

Son razones poderosas
las que en esta Gloria dan.

¡Qué ejemplo de compasión
pone el ciego al verlo andar,
sin pensar que hay más ciegos,
aunque bien los veas andar!

Pero con la gran ventaja
de que se pueden curar.

Pero tienen que creer
al que Dios enseñó
a quitar esta ceguera
para ver en la Eternidad.

Cierto que el ciego a Dios llama
y en la llamada a Dios ve.

Y el que ve, cierra los ojos
y se retira de Él.

¡Tiene que aprender el hombre
a no ser ciego si ve!


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